Era una tarde tranquila cuando el pequeño Mateo jugaba en su habitación. Con su risa inocente, soltó la pelota roja que comenzó a rodar, lenta pero segura, hasta perderse debajo de la cama. Al ver esto, me agaché para recogerla, pero lo que descubrí me dejó perplejo. La pelota se había detenido justo en el centro de la cama.
Decidí investigar más a fondo. Saqué una cinta métrica y medí la distancia entre la pelota y ambos extremos de la cama: exactamente 60 centímetros a cada lado. ¿Qué extraño fenómeno podría haber causado tal precisión?
A lo largo de mi carrera como investigador, he aprendido que incluso los eventos más triviales pueden esconder enigmas profundos. ¿Era esta una simple coincidencia o había algo más? Recordé la ligera inclinación del suelo de la habitación, apenas perceptible, pero suficiente para influir en el movimiento de la pelota. Aun así, la perfección del posicionamiento seguía desafiando mi lógica.
Las preguntas continuaban rondando mi mente: ¿Qué misterio se oculta debajo de la cama de Mateo? ¿Podría ser que fuerzas invisibles jueguen con nuestra percepción?
Sea cual sea la respuesta, este pequeño evento cotidiano se había convertido en un enigma fascinante, recordándome que el misterio puede acechar en cualquier rincón de nuestra vida diaria.