Continuando con la racha de chistes buenos, aquí va otro:
Una noche, un padre escucha mientras su hijo reza:
“Dios bendiga a mami, a papi y a la abuela. ¡Adiós, abuelo!”.
El padre se queda extrañado, pero pronto lo olvida.
Al día siguiente, el abuelo muere.
“Seguramente es una coincidencia”, se dice el padre, intentando calmarse.
Unos meses después, vuelve a escuchar a su hijo rezar antes de dormir:
“Dios bendiga a mami y a papi. ¡Adiós, abuela!”.
Y, al día siguiente, la abuela muere.
Ahora el padre no sabe qué pensar. Comienza a preocuparse seriamente: ¿Será que su hijo tiene un don sobrenatural?
Dos semanas más tarde, mientras el niño reza nuevamente, el padre escucha con el corazón en un puño:
“Dios bendiga a mami. ¡Adiós, papá!”.
El pobre hombre siente cómo le corre el frío por la espalda. Sin decir nada, decide actuar.
A la mañana siguiente, se asegura de desayunar bien temprano, revisa dos veces los frenos del auto y se dirige al trabajo sin mirar atrás. Pasa todo el día en la oficina, sin aceptar reuniones ni salir al exterior por ninguna razón. En la noche, cena solo, despidiéndose mentalmente de la vida. Finalmente, llega a casa pasada la medianoche… y sigue vivo.
Exhalando aliviado, busca a su esposa para disculparse.
—Cariño, perdóname, ¡tuve un día terrible!
La mujer, enfadada, responde:
—¿QUE TÚ TUVISTE UN DÍA TERRIBLE? ¡El lechero se murió hoy en la puerta de la casa!