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El pescador y el pececillo

Un hombre que pescaba con caña en un río, cojió una diminuta trucha.

Mientras estaba quitándole el anzuelo para echar el pececillo a la cesta, abrió este su boca implorando piedad y rogando al pescador lo arrojase al río otra vez.Le preguntó el hombre porque debía obrar así, y el pez respondió con fingida ingenuidad:

– porque ahora soy pequeña y no valgo gran cosa; pero si, por el contrario, me pescas cuando sea mayor, te seré mas útil.

– pescarte luego, ¿eh? – le respondió el hombre, que no era tonto- ; ¿Quién me lo asegura? Por lo menos, ahora te tengo en mis manos.

«Más vale una moneda en la mano, que un tesoro en el fondo del mar»